Desde siempre la Iglesia de Jesús ha manifestado en la multiplicidad y en la diversidad de las vocaciones, la riqueza del Espíritu que distribuye libremente sus dones, formando un proyecto divino. En la familia del Padre Celeste hay muchos modos de servir al Señor, uno de los más antiguos y estimados es la vida monástica; ésta nace de una particular llamada de consagración a Dios, buscándolo en: 

* la oración y la lectura de la Sagrada Escritura.
* la vida cenobítica, en comunión profunda con los hermanos.
* la soledad y el silencio.
* el ejercicio de las virtudes teologales.
* el trabajo orientado y bendito por la obediencia; sea en el trabajo manual, intelectual o el arte.